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Marco socio-político de la región de Asturias.

A finales del siglo VIII el reino Visigodo de Toledo estaba destrozado por disensiones internas, llegando años de sequías que provocaron malas cosechas y una epidemia de peste. La hambruna provocó revueltas sociales, a lo que se unió revueltas de los pastores cántabros o vascones que nunca habían sido sometidos.

Situación política complicada donde la monarquía visigoda no podía dejar claro que el heredero iba a ser su hijo, pues la aristocracia tenía la última palabra. Existían focos de matanzas muy frecuentes en las ciudades, por lo que no es de extrañar que se acabara en la guerra civil.

Cuando los mercenarios del norte de África vieron el caos que había en la península, en menos de tres años se hicieron con el territorio, teniendo lugar la mayor parte de las batallas en la zona de la bética. La cultura islámica permitió en un primer momento que aquellos que llegasen a una cuerdo guardasen su tierra, cultura y religión, incluso bajando los impuestos, por lo que la gente los vio como la manera de organizar un Estado que no existía.

Los nobles que deciden marcharse cruzan los pirineos, asentándose en la antigua Galia donde tienen familia. Otros nobles como Don Pelayo se quedan en las montañas de Asturias, y aquellos viejos enemigos se convierten en nuevos aliados. Desde Asturias se lleva a cabo el nuevo reino Visigodo, referente cristiano de la Europa Occidental.

Don Pelayo promueve allí un nucleo de resistencia Astur y en Covadonga obtiene una victoria, donde queda sellada la unión entre el nuevo reino asturiano y el cristianismo. Realmente los musulmanes no prestan mucha atención a la zona pues no les hacía falta dominarla por la economía que tenían, dejándoles subsistir.